Saturday, September 28, 2013

¿Por qué forjar la paz?

Me resultaría imposible escoger la madre, esposa o hija a quien pedirle enviar a su hijo, esposo o padre a la guerra. Bien lo dijo Ryoichi Sasakawa cuando expresó, llegando a Costa Rica: "Dichosa es la madre costarricense que sabe, al dar a luz, que su hijo jamás será soldado."

Costa Rica es un país con el raro privilegio de haber prescindido de la institución militar. Aquella decisión de hace 65 años ha producido enormes beneficios, además de todos los costos que ha evitado, no sólo en recursos financieros que el Estado ha podido invertir en el porvenir de los costarricenses, sino en recurso humano, en progreso social y económico, en desarrollo político y diplomático, artístico y cultural, profesional y laboral, y en tantas otras áreas de nuestro quehacer nacional donde no hay cabida para soldados.

La cultura de paz aún no se consolida. El hecho de haber renunciado a las armas apenas garantizó que nunca, jamás, las usaríamos para agredir a un vecino o a nosotros mismos. Ese grado avanzado de civilización que nos distingue en el concierto de las naciones ya lo alcanzamos. Ahora lo que debemos hacer es forjar la paz.

La definición de este inmenso valor universal que prefiero es la de Johan Galtung:

"Paz es la capacidad de transformar conflictos de manera empática, creativa y armoniosa."

Para ello existen cientos de metodologías, miles de expertos y muchos más casos de éxito en el mundo. Aparte de ese valioso conocimiento también se requiere de un conjunto de virtudes, tales como la actitud proactiva de querer la paz, la autoestima colectiva para apoyarnos mutuamente en esta gesta, la visión del país que queremos dejar en herencia a nuestros nietos cuando ya nos hayamos retirado, la valentía de ir más allá de las agresiones recibidas, y la convicción de que es más fuerte, más vigorosa, más sostenible y más próspera la paz que cualquier guerra.

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