Thursday, September 15, 2011

A los jóvenes del bicentenario

Este 15 de setiembre celebramos 190 años de nacionalidad independiente. El concepto pareciera ser casi un anacronismo si consideramos que la interconexión mundial nos ha llevado más bien a la interdependencia entre naciones modernas. Quizás más importante que el significado histórico que tiene esta fecha es lo que implica hacia el futuro.

Ya los desafíos que afrontamos dejaron de ser locales. El botadero de basura es tan grave para sus vecinos como también lo es la contaminación de cuencas hidrográficas en países donde se producen los bienes que consumimos.

De muy poco sirve esforzarse por generar energía a partir de fuentes renovables y limpias si otros países la siguen produciendo de fuentes altamente contaminantes.

Este es un llamado urgente a un liderazgo criollo que vaya mucho más allá de nuestras fronteras y límites geográficos. Porque hay algo muy particular en el ser costarricense y en su idiosincrasia que hace falta en el liderazgo global: esa sensibilidad que conduzca a rupturas valientes como la abolición del Ejército, la reserva legal de una cuarta parte de sus bosques, el bioalfabetismo para clasificar a todas las especies vivientes o el ser pioneros en turismo ecológico.

Los desafíos del mundo para el 2050 son inmensos. Los límites naturales del planeta empiezan a sonar como ecos a la distancia que van cobrando fuerza cada vez más. Habrá para entonces 9.000 millones de bocas humanas que alimentar y muchos millones de hectáreas de bosque y tierra arable menos que hoy para purificar nuestro aire, agua y producir nuestros alimentos.

El liderazgo que requerimos para mediados de siglo es un llamado para que empecemos desde ya a formar a aquellos líderes que tengan un cúmulo de virtudes que los hagan competitivos a nivel global y capaces de hacerse escuchar entre el barullo ensordecedor que va en aumento. Algunos quizás aún no han nacido o están muy chicos.

Nuestros líderes del 2050 serán aquellos que se encuentren en su esplendor sociopolítico y profesional. Serán aquellos jóvenes que celebrarán el bicentenario con la algarabía de esa noche y con la seriedad de aquellos días; los que hoy puedan comprometerse con el país y con el planeta a 30 o 40 años de entrega y trabajo. Ellos son nativos digitales en la era de la información y el conocimiento, donde las ideas viajan a la velocidad de las redes sociales en la democracia 2.0.

Quizás para el bicentenario –ojalá antes– ya hayamos tenido la experiencia de un referendo digital. Eso le dará una capacidad de gestión al Estado que no se imaginaron nuestros líderes más eficaces. Más aún, los plebiscitos cantonales digitales permitirán a cada comunidad adaptarse a los tiempos más ágilmente, priorizar el gasto cantonal, decidir el destino de sus impuestos, en fin, asumir las riendas de su comunidad con responsabilidad ciudadana.

En Costa Rica ya sabemos que las grandes batallas de la humanidad no se pelearán con pólvora. Los abuelos de los jóvenes del bicentenario renunciaron a ello y mantenemos esa virtud incólume. Elegimos como único camino el diálogo constructivo que, cuando ha funcionado, ha sido majestuoso, y cuando falla nos deja inertes como pueblo.

Para los que ya no seremos jóvenes o no estaremos activos en el 2021, el rol de nuestra generación es facilitar el proceso de interconexión entre nuestros padres –que nos han traído hasta aquí– y nuestros hijos –que nos conducirán al 2050 en el esplendor de sus vidas–. Empieza así, este mes, la cuenta regresiva de diez años para forjar a los líderes que requeriremos para el tercer siglo de vida nacional.

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